DIME CÓMO TE MANEJAS EN TUS REDES SOCIALES...

El viejo dicho "dime con quién andas y te diré quién eres" podría aggiornarse en estos agitados tiempos virtuales en "dime cómo te manejas en tus redes sociales y te diré quién eres". No es que quiera ponerme polémica en medio de tantos mensajes de paz y amor típicos en estas fechas, pero es que en realidad este también es un mensaje de paz y amor. Entre tantas cosas que quiero enseñarles a mis hijos es que tengan amor propio y paz mental, y que la vida no es una carrera competitiva para ver quién llega más arriba más rápido y a toda costa. Quiero enseñarles que el camino más largo puede ser más duro y más trabajoso, pero que después la recompensa va a ser doble. No siempre los atajos son buenos, a veces hay que transitar todo el recorrido, sin prisa pero sin pausa, concentrados en el objetivo y esforzándose por cumplirlo, sin obsesionarse. También quiero enseñarles que los van a querer no por lo que tengan sino por lo que sean y que jamás quieran aparentar aquello que no son. Ojalá nunca necesiten buscar la aprobación de los demás para sentirse bien con ellos mismos.

La red social de cada uno es -para mí- como una extensión de la propia casa que habitamos. Allí imprimimos nuestro estilo, nuestras reglas, nuestros gustos y nuestra propia ética. Es como una gran vidriera donde se selecciona, filtra, edita, elige qué mostrar y qué no, y detrás de todo esto cada uno tiene su propio drama. Eso está claro. No creas todo lo que ves ni dejes que te vendan espejitos de colores. Esto es clave para que las redes sociales no se conviertan en tu peor pesadilla. Me encanta este mundillo, sé cuáles son las reglas del juego y me gusta jugarlo. Después ese juego se convirtió también en trabajo y a medida que voy conociendo a las personas detrás de los arrobas me gusta más. Pero claro que no todo brilla, no todo es luz; también voy descubriendo cosas que no me gustan, que me desilusionan, que me enojan. Gente que se hace pasar por quien no es, cuentas truchas, robos de fotos ajenas, comentarios fuera de lugar, competencia desmedida -y a veces desleal- y obsesión por los números: de seguidores y de likes. Parece ser que, en esta era, a mayor cantidad de seguidores, mayor posicionamiento y si superás los 10K ya podés considerarte exitoso y popular. Antes de eso no existís, según las reglas de este juego que de a ratos me parece perverso. Conseguir likes y seguidores cueste lo que cueste, este parecería ser el mandato virtual en los tiempos que corren y, algunos, quizás con problemas de autoestima, no quieren quedarse afuera de esta movida. A veces es tanta la desesperación por pertenecer a ese segmento que hay quienes optan por desembolsar unos cuantos pesos para que, automáticamente, sus números (de seguidores pero también de likes) trepen de una manera casi burda y muy evidente. Con esto me dan la pauta de que no son capaces de llegar por sus propios medios, que prefieren "parecer" antes que "ser"  y que creen que todo puede conseguirse con plata. No sólo pierden credibilidad (y muuucho amor propio) sino que además se atreven a subestimar a los demás. Esta enorme necesidad de pertenecer y de aprobación me habla de enormes carencias. Esto en mi barrio se llama hacer trampa. Me pregunto con qué cara después les enseñan a sus hijos que hacer trampa no está bien y que hay que esforzarse para conseguir lo que quieren. Está claro que cada uno hace lo que se le canta en su casa, con su vida y con su red social, pero yo no quiero ser amiga -ni virtual ni real- de quienes mientan, roben y se muestren como algo que no son. Prefiero aliarme con quienes recorran conmigo un camino más largo pero más auténtico, en donde aprendamos a sortear obstáculos y a salir fortalecidos después de superarlos. 

Lucha de egos, algunos inflamados, otros golpeados y unos cuantos -por suerte- bien acomodados. Caras y caretas, halagos mentirosos, falsedad, envidia, pose y competencia, síntomas posmodernos de este mundo virtual que aún así me encanta porque sus luces son mayores que sus oscuridades. Acepto las reglas de juego, aunque muchas no las comparta ni las predique, porque no me olvido de que mis hijos me están mirando, aún cuando creo que no lo hacen. Porque con el ejemplo enseño, entonces quiero ser el mejor ejemplo para ellos y que sepan que se puede llegar alto pero eso no los hace mejores que otros, y que siempre traten de ayudar a quien le está costando un poco más. Pueden llegar hasta arriba con recursos válidos y transparentes, pueden trepar sin pisar cabezas, por sus propios medios, por lo que son, por lo que dan, y siempre con la verdad. Pueden equivocarse, pedir perdón, volver a empezar;  pueden subir y volver a caerse, sabiendo que los atajos no siempre son buenos y que nada se compara a la satisfacción de haberlo logrado, dignamente. Pueden competir pero de una manera sana, sin obsesiones ni mentiras de patas cortas. Quiero que sepan que vale la pena, quiero que sepan que al final hay recompensa. 









Comentarios

  1. Llegue aca por casualidad, y suscribo cada una de tus palabras. A mi las redes ultimamente me agotaron la cabeza por estas cosas que decis (y algunas otras mas), por eso decidi re-armar mi estrategia de laburo para el año que viene y restringir el tiempo invertido, al menos, en Facebook. Gracias por esta catarsis compartida!

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