LA (NO) MAGIA DE LA NAVIDAD

Diciembre hierve, cansa, abruma y apura, pero también reencuentra, reúne y emociona. Diciembre es fin o comienzo, depende de cómo se mire. Este año aprendí -justamente- que todo depende desde dónde se mire. Las perspectivas pueden cambiarlo todo. Diciembre es ciclotímico, de humores cambiantes. Demasiadas emociones para un solo mes, quizás. En diciembre veo gente ensimismada y apurada, colas eternas para ver a un Papá Noel acalorado debajo de su disfraz, y algo malhumorado. Harto de las 893 fotos que tiene que sacarse por hora con niños que lloran cuando se le acercan. Diciembre, también, es consumismo extremo. Los regalos se compran a último momento y bajo el rayo del sol, por este lado del mundo. Por este lado del mundo, también, en diciembre llueve agua pero también pueden llover piedras y balas de goma. A veces duele, diciembre. Se supone que tiene que haber magia en el aire y que es la época más linda de todas, pero no siempre se siente así. Nos corren las agujas del reloj y los días, también nos corren niños de vacaciones a quienes hay que entretener, nos corren las decisiones, desde dónde y con quién compartir las fiestas, hasta cuál va a ser el destino de esas merecidas vacaciones para todos (si es que las hay). La no magia de la Navidad se ve en las manifestaciones, piquetes y violencia, por este lado del mundo; aunque también puede verse en esa fruta abrillantada que te tragás de prepo mientras te comés un pan dulce o en esa muela que duele mientras mastica un turrón un poco duro. A veces cuesta poner en práctica todos esos mensajes de paz y amor que circulan en estas fechas.

Pero por suerte están ellos. Creo que la Navidad es una fiesta por y para ellos porque son los que nos vuelven a conectar con esa magia que pulula por esta época y que a veces no podemos ver. La magia se ve en sus caras cuando arman el arbolito, aunque mida 33 cm., como en nuestro caso; y en esas cartas ilusionadas que le escriben a Papá Noel. A.H (antes de hijos) no tenía arbolito y esa es la primera prueba de cómo ellos nos invitan a conectar con esa magia. La magia de la Navidad. También se ve en en la noche del 24 cuando con ojos grandes y emocionados buscan un trineo en el cielo y te abrazan con un poco de miedo cuando escuchan las campanitas. Papá Noel está cerca, lo veo en sus ojos. La magia se ve en en su espera impaciente para llegar a las 12 -si es que llegan- y en los villancicos que suenan de fondo y que anuncian que "Santa Claus is coming to town". También se ve en los abrazos cuando, por fin, el reloj marca medianoche. La magia de la Navidad se ve en la familia unida, en las mesas ruidosas y decoradas, en el tintineo de copas que se chocan y en las buenas intenciones. Es como si a las 12, en vez de convertirnos en calabaza como le pasó a la Cenicienta, todos -no sólo Jesús- volviéramos a nacer. Frescos, renovados, aliviados y esperanzados. Los chicos son los verdaderos hacedores de esta magia, una que puedo sentir -y hasta palpar- cuando los veo jugar con algo tan simple como una canilla abierta. No sé vos, pero yo en esta foto puedo ver magia.

Que en esta Navidad podamos ver más magia, como la ven ellos, que dejemos morir lo que nos lastima y que podamos renacer en aquello que nos hace bien. Que cuando levantemos la copa, haya magia. Te deseo una Feliz Navidad, Mechi.




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