LA PARTE LLENA DEL VASO

Hay una parte del vaso que siempre está llena y también hay otra que está vacía. Nunca nada es del todo blanco o negro, bueno o malo. Hay matices. Qué alivio. El tema es entrenar el ojo, y el alma, para descubrirlos y hacerse amigos. Cuando elegís algo, renunciás a otra cosa; cuando tomás un camino, te perdés de caminar otros. La vida misma está compuesta por un montón de decisiones que te van llevando, guiando, conteniendo, enseñando. Encrucijadas y  bifurcaciones, dudas y certezas. Cuando decidís, elegís; pero también renunciás. A veces cuesta renunciar. A un trabajo, a un mal hábito, a un estilo de vida o a una persona. Las renuncias dan miedo y vértigo, aparecen las garras de la incertidumbre, el pánico ante la inmensidad de lo desconocido. Entonces coqueteamos con la idea de no movernos de donde estamos. Si así estamos bien. O por lo menos eso es lo que creemos.

Me mudé hace pocos días, elegí un estilo de vida diferente y entonces tuve que renunciar a la familiaridad de lo conocido. Lo conocido calma, abraza y te hace sentir a salvo, en casa. Ya no tengo una farmacia a la vuelta o un kiosco 24 hs en la esquina. Pero mis hijos pueden "hacer vereda" sin miedo o jugar descalzos en el jardín. Ya no la tengo a mamá tan cerca, pero el fin de semana, en vez de huir de casa, quizá me den ganas de quedarme. Y de recibir. Los ruidos son distintos, los colores, los aromas y los ritmos también. Está bueno ir descubriendo que pueden haber otros colores, otros aromas y otros ritmos, que también son dignos de conocer. Apropiarse de ellos es aprendizaje y crecimiento. En eso estoy, por estos días. Aprendiendo a hacer propios los nuevos espacios, focalizando en la parte del vaso que está llena, para no quedarme anclada en la que está vacía.

El desarraigo, el cambio, las vueltas de página, los puntos finales, se llevan bien con la adrenalina y con las mariposas en la panza. Nos ponen a prueba, nos invitan a superarnos. El ser humano, a veces, tiende a ofrecer resistencia. La mente es experta creadora de fantasmas y de catástrofes y esto impide avanzar. Y con los días vas descubriendo que hay otros escenarios encantadores que también abrazan, contienen y te hacen sentir a salvo, en casa. Hay una sola manera de lograrlo. Entrenar el ojo, y el alma, para descubrirlos. Entonces -sólo entonces- la parte vacía del vaso pierde importancia, porque todo lo otro pesa mucho más.



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